la tinta roja de los libros
las minas que sonríen bajo los arcos de la plaza.
Me asombra Salvador Dalí
las calles que saben a nostalgia
que saben
a cada uno de los días que se quedaron.
Me encantan los besos furtivos
lamer el silencio
un café con la media luna.
Me asombran las miradas tristes
las ojeras de las piernas largas
las ninfas que dejan la piel entre las sábanas.
Me siguen asombrando los espejos
las piedras blancas de las nubes
la línea del corazón en el papel pautado
el roce de fantasmas
saberla en el tierno follaje del almendro.
Me asombra el fruto de los árboles
el aroma original de los segundos
la historia de Helena y cuatro cirios de candela.
Adoro la libertad del vuelo en la ventana
beber el fuego azul de su costado
Me asombran las partituras de Vivaldi
los manuscritos de Leonardo
los poemas que viven la mirada de otra...
y el mundo me duele hasta el cansancio.
Pincha la tristeza
los lunares de la cara
el antebrazo cardo
la arteria pulmonar izquierda.
Lloro por la crueldad
con la que asesinan a los niños
por la maldad que habita entre los hombres
en cada barrio y su costumbre.
Danza la ceguera
en el espacio donde estaba el alma
se inundan las prisiones
con tormentas negras
y la incertidumbre de castores.
Cuelgan los brazos
me declaro infeliz por la barbarie
grito por la injusticia genocida
por la rastrera barca
calafateada con sangre de chacales.
En medio de la estupidez que inexorable avanza
libero maldiciones
mariposas que tejen
capullos de esperanza…
Mineral abrazo
las piedras de agua que colocó en la boca
el perfume del sol
la sábana que la envolvió de prisa.
Guarda
el suspiro
el ramo de la novia
una novela de Mario Benedetti
la cadencia de Kenny G
dos líneas de Imagina.
Guarda
la lágrima en el saco y la camisa
el fuego del silencio
el desamor en remolino.
Guarda el hambre
el llanto
el extravío
los sutiles desmayos de las once
la sonata de Mozart
el mineral abrazo que lo deja.
Guarda
la página invernal
la cumbre de la errancia
el crimen perfecto del comienzo.
Guarda el polvo
la señal de la cruz
el incensario
un rostro oscuro que mira sin mirarlo.
Guarda
el manantial de voces
un abanico de instantes sin retorno…
Roberto Resendiz Carmona
El Ángel
Un ángel viene entre tus labios
A darme azares en porciones lentas
Para no ahogar del caudal de luz
Que guardas en tu cielo
Luego
el ángel se multiplica en los árboles
Que penden de tus cabellos
Para no soltarme en mil pedazos
Y atarme a tu aroma
Yo no sé si soñé un día que me besabas
Pero no logro despedir de mi aliento
Las palabras que hasta hoy te callas
Y pese a que no hay noches blancas
El ángel está aquí
Llamándose con tu nombre
Cómplices
Que sólo hemos sido testigos
Que alguien vino y nos incito
Y si al final nos juzgan
Y en la sentencia somos culpables
De enloquecer y estar juntos
Sólo ha sido en defensa propia
Foto: J. Rulfo
Un día como otro
Una sexo servidora amaga
a sus compañeras con una pistola.
Mientras tu lees con calma poemas tristes,
deseando ver cruzar barcos por esta avenida.
Hoy la nota roja de Zamora, anuncia que te pierdes,
que del reloj, vas en contra de su dos y cuarto,
salteando puntos de cristal en la fría explanada,
y que de sobrio no te queda un sólo segmento.
Yo tengo necesidad de la noche,
acomodo todo junio debajo de la nariz,
pensando en la puta que nos parió por un instante.
Sin sentir la iguana, que fuimos a buscar
morada en las cantinas de los libros,
que leen los estudiantes por consigna.
Ahora esperemos que alguien desde un paracaídas,
venga a consolarnos con vírgenes,
mitad bestia, mitad la siniestra voz,
y cuando termine la opera,
unísonos gritemos:
Alabada sea la perdición.
Jorge Manuel Herrera Velázquez
La noche cruza por mi cuerpo
Es una yegua blanca.
Yo soy llanura abierta,
Memoria que se quema como incienso.
La noche y yo morimos un instante
En esa oscuridad que ya se aleja
Nos adherimos a la luz
En el momento exacto
Que deja de ser sombra,
Y somos transformadas en el acto.
La yegua es ahora un potro blanco
Y yo su amazona.
foto: J. Rulfo
Transitar en un mundo de amnésicos
Con la memoria abierta.
Carmen Amato
Poema
Ustedes dirán que es pura necedad la mía
Que es un desatino lamentarse de la suerte
Y cuantimás de esta tierra pasmada
Donde nos olvidó el destino.
La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre.
Y aunque digan que el hambre
Repartido entre muchos
Toca a menos,
Lo único cierto es que todos
Aquí
Estamos a medio morir
Y no tenemos ni siquiera
Donde caernos muertos.
Según parece
Ya nos viene de a derecho la de malas.
Nada de que hay que echarle nudo ciego a este asunto.
Nada de eso.
Desde que el mundo es mundo
Hemos echado a andar con el ombligo pegado al espinazo
Y agarrándonos del viento con las uñas.
Se nos regatea hasta la sombra
Y a pesar de todo así seguimos.
Medio aturdidos por el maldecido sol
Que nos cunde a diario a despedazos,
Siempre con la misma jeringa,
Como si quisiera revivir más el rescoldo.
Aunque bien sabemos
Que ni ardiendo en brasas
Se nos prenderá la suerte.
Pero somos porfiados.
Tal vez esto tenga compostura.
(…)
Alguien tendrá que oírnos.
Cuando dejemos de gruñir como avispas en enjambre,
O nos volvamos cola de remolino,
O cuando terminemos por escurrirnos sobre la tierra
Como un relámpago de muertos,
Entonces,
Tal vez llegue a todos el remedio.
Juan Rulfo.
Producción: Maira Máscolo - mairuxagora@hotmail.com
Excelente, Susana. Besos
ResponderEliminarQué hermoso recordar esas fotos de Rulfo y todo lo que nos dejó en la literatura...Afortunadamente podemos conocer poetas actuales.
ResponderEliminarEleonora Marín
Además de los poetas actuales mexicanos; se siente ese hondo dolor de pedro páramo, bravo, susana, por esas fotos y qué lindo Rulfo joven. Un aplauso.
ResponderEliminarDelia Kachuck
Buenísmo publicar gente de otros países: somos todos hermanos en la poesía.
ResponderEliminarS.G
El breve poema de carmen A., me ha hecho estremecer...muy buena página.
ResponderEliminarNicolás Molinari